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Cosmética sostenible: por qué te interesa leer este artículo

Buenos días!

Hasta hace bien poco nadie pensaba en la sostenibilidad antes de comprar un cosmético, pero es algo muy importante, y hoy os explicamos por qué.

¿Qué es la sostenibilidad?

Es un concepto que surge ante la necesidad urgente de cambio de hábitos de nuestra civilización. Según la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas es necesario un esfuerzo global por liberar a la humanidad, y en especial a nuestros hijos y nietos, de la amenaza de vivir en un planeta irremediablemente deteriorado por las actividades humanas y con recursos insuficientes para sus necesidades.

 

Fue Gro Harlem Brundtland, médica especialista en salud pública y ex primera ministra noruega, quien presentó el informe “Nuestro futuro común” (más conocido como informe Brundtland) en 1987, donde se propuso por primera vez el concepto de desarrollo sostenible: “el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.

 

¿Es lo mismo sostenible que ecológico o natural?

No. Sostenible no es exactamente sinónimo de natural ni ecológico.

Expliquémoslo de forma más sencilla con un ejemplo:

Imaginemos un producto de origen vegetal como el aceite de coco y supongamos que procede de una zona de cultivo ecológico, es decir: natural y ecológico. Sin embargo, se cultiva en regiones tropicales y su gran demanda ha hecho que se cultiven cada vez zonas más amplias (a costa de perder biodiversidad). Además, una vez producido debe viajar largos trayectos en diferentes transportes para llegar hasta nosotros.  Como veis, se trataría de un producto seguro, natural y ecológico, pero NO sostenible.

 

¿Y qué determina la sostenibilidad de un cosmético?

La sostenibilidad viene determinada por sus ingredientes, por el envase o packaging y por su distribución.

 

Ingredientes sostenibles: Repasemos algunos de los ingredientes más polémicos

 

Aceite de palma: se encuentra bajo el nombre “palmitate” u otros sinónimos en gran cantidad de cosméticos por su efecto hidratante, pero también combinado con retinol (retinyl palmitate). El problema es que el 80% del aceite de palma procede del sudeste asiático y su cultivo está provocando graves daños medioambientales por la deforestación, emisión de dióxido de carbono y pérdida de biodiversidad. Algunos fabricantes disponen del certificado de sostenibilidad RSPO, pero actualmente son solo el 20%.

 

Parabenos: conservantes muy utilizados en la industria cosmética. Muchos laboratorios han incorporado la etiqueta “sin parabenos” en los últimos años por el riesgo de dermatitis de contacto, pero la dermatitis de contacto (alergia) a los parabenos es mucho menos frecuente que la que se produce con otros conservantes como la metilisotiazolinona o metilclorotiazolinona. La principal polémica está en su posible efecto como disruptor hormonal, sin embargo, la concentración de parabenos permitida en la formulación de cosméticos hace que su uso sea casi siempre seguro.

 

Sulfatos: son agentes detergentes presentes sobre todo en champús porque eliminan muy bien la grasa y producen espuma, pero también tienden a secar más rápido la fibra capilar y disminuir la duración de los tintes o keratina. Al ser detergentes potentes también tienen efectos en la piel, empeorando la barrera cutánea o mucosa. Además, algunos también han demostrado efectos tóxicos en varios organismos acuáticos.

Los más conocidos son el sodium dodecyl sulfate (SDS) o el sodium lauryl sulfate (SLS). Elegir productos sin sulfatos o con concentraciones bajas podría alargar la vida de nuestro tinte, prevenir el picor después de la ducha o evitar la contaminación del agua.

 

Siliconas: su uso está muy extendido en la cosmética por su carácter hidrofóbico que las convierte en ingredientes emolientes. Además, facilitan la aplicación de los productos, dotándolos de una textura agradable y sedosa. Por esta misma propiedad las siliconas se usan en los champús y acondicionadores, porque crean una película ligera alrededor del cabello aportando una textura agradable y facilitando su peinado. Sin embargo, la eliminación de estas siliconas resulta difícil si no es con surfactantes potentes como los sulfatos, por lo que el cabello acabaría siendo más frágil. Pero a excepción de este efecto capilar, no se han demostrado otros efectos negativos en la salud.

 

Materiales sostenibles

El packaging sostenible es otro punto clave para un consumo responsable de cosméticos. Para cumplir con los requisitos debería ser un material que respetara el medio ambiente (reciclable, renovable y con poca huella ambiental), ser económicamente rentable y satisfacer nuestras necesidades.

La mayoría de empresas han apostado por el uso del PET (tereftalano de polietileno) como alternativa a otros plásticos por ser fácil de reciclar, y aunque no es biodegradable sí se está investigando en técnicas para facilitar su biodegradación.

Otro sello clave es el PEFC, un sistema de certificación forestal que garantiza la gestión responsable de los bosques y con el que cada vez cuentan más fabricantes de envases y embalajes.

 

Distribución sostenible

Los grandes buques de carga, aviones o vehículos con motor encargados de distribuir los productos también son una de las principales fuentes de emisiones contaminantes. Por eso, la elección de productos fabricados en la proximidad o cuya distribución permita estrategias grupales y no individuales (sí, esa “entrega urgente en menos de dos días laborables”) serían gestos sostenibles.

 

Como conclusión, para cuidar nuestra piel también debemos pensar qué ingredientes queremos, en qué envases y qué residuos producimos, para evitar afectar a nuestro medio y por tanto a nuestra salud.

Feliz día!

Dra. Inés Escandell