Uñas de gel, ¿algún problema?
Durante los últimos 10 años se ha popularizado el uso de las llamadas uñas de gel (o esmaltado semipermanente), las cuales tienen la ventaja de conseguir mayor duración y resistencia respecto al esmaltado convencional.
¿De qué están formadas las uñas de gel?
Las uñas de gel están compuestas por acrilatos, que son sales y ésteres del ácido acrílico y que además tienen infinidad de aplicaciones en ámbitos como la medicina. Son aplicadas sobre las uñas mediante un barniz en forma de MONÓMERO, a las que posteriormente se les aplica una fuente de luz para formar un POLÍMERO (lo cual las endurece).
Estos monómeros pueden ser causa de una dermatitis de contacto (alérgica o irritativa) en aquellas personas que manipulan estos compuestos repetidamente, siendo mucho más habitual en esteticistas. Aunque estas dermatitis son poco frecuentes en usuarias, durante los últimos años se han comercializado kits caseros para uñas de gel a precios muy económicos, lo cual está provocando un aumento en la incidencia de estos casos.
¿Cómo detectamos una dermatitis de contacto a las uñas de gel?
Aunque es fácil que un cuadro de alergia de contacto a acrilatos pase desapercibido, podemos observar descamación, grietas, picor y engrosamiento de la piel que rodea a las uñas, además de afectación del resto de las manos o de cualquier zona de la superficie corporal. Con el paso del tiempo también podemos encontrar deformación de las uñas (cuando la inflamación es intensa) o dolor.
Para determinar si estamos ante una alergia a los acrilatos debemos acudir al dermatólogo o alergólogo para realizar las PRUEBAS EPICUTÁNEAS específicas para los acrilatos. Aunque el riesgo de sensibilización no es alto, cada vez lo vemos con mayor frecuencia en las consultas dermatológicas, sobretodo tras la aparición en el mercado de estos kits caseros.
¿Qué importancia tiene que nos sensibilicemos a los acrilatos?
Los acrilatos están presentes en una amplia gamma de productos de material médico como lentes, prótesis ortopédicas y material dental por lo que una sensibilización previa podría tener consecuencias importantes a largo plazo, ya que una vez se establece la alergia es difícil hacer una correcta evitación. En muchos casos, las alergias a acrilatos implican que los afectados requieran un cambio de profesión.
¿Cómo podemos solucionar este problema?
En primer lugar, es imprescindible que esteticistas y personal de salones de belleza reciban formación específica y realicen una técnica correcta.
Por otro lado, las usuarias deben evitar el uso de uñas de gel cuando exista alguna patología de base (uñas frágiles, infecciones por hongos o inflamación frecuente del tejido que rodea la uña, eczemas de manos, etc), y en uñas sanas debe reservarse su uso para períodos cortos y dando siempre preferencia al esmaltado convencional. Para conseguir la retirada de las uñas de gel suele aplicarse acetona durante unos 20 minutos y posteriormente se realiza una fricción mecánica, lo cual suele dañar la lámina ungüeal en mayor o menor medida.
Finalmente, debe evitarse la retirada de la cutícula durante la manicura ya que facilita las infecciones de la piel, y recordar la recomendación de utilizar fotoprotector solar en manos y dedos si se utilizan lámparas UV en vez de LED como fuente de luz para endurecer las uñas de gel, ya que existe riesgo (aunque bajo) de cáncer de piel en casos de uso repetido.
Este tema fue tratado en profundidad en la Reunión del Grupo Español de Investigación en Dermatitis de Contacto y Alergia Cutánea (GEIDAC) de 2018.
Esperamos que os haya parecido tan útil como a nosotras.
¡Feliz día!
Dra. Sara Gómez
Bibliografía:
Nail cosmetics: a dermatological perspective. N. Dinaniand S. GeorgeClinical and Experimental Dermatology (2019) 44, pp599–605.
Non-occupational allergic contact dermatitis caused by long-lasting nail polish kits for home use: 'the tip of the iceberg'. ME Gatica-Ortega, MA Pastor-Nieto, R Gil-Redondo, ER Martínez-Lorenzoand C Schöendorff-Ortega Contact Dermatitis, (2018) 78, 261–265.
Nail cosmetic issues. Draelos ZD. Dermatol Clin (2000); 18: 675–83.